Este aparente triángulo es, en realidad, una línea.

Según el Papa Francisco, la investigación realizada en la universidad es “una especie de laboratorio cultural providencial. En este la comunidad cristiana se ejercita en la performance de la realidad que brota del acontecimiento de Jesucristo. Se alimenta de los dones de Sabiduría y Ciencia, con los que el Espíritu Santo enriquece en diversas formas a todo el Pueblo de Dios”.

Así se pronuncia el Pontífice en la Introducción a la Constitución Apostólica “La Alegría de la Verdad” sobre las universidades eclesiásticas. Hecho público en la página web del Vaticano el 29 de enero, aunque fechada el 8 de diciembre pasado. En esa misma fecha de diciembre se había publicado la “Ratio studiorum” de los seminarios.

Dicha Introducción es un documento rico en enseñanzas, “marcado por una crisis antropológica y socioambiental de ámbito global”. Hace falta “una valiente revolución cultural” a la que las universidades eclesiásticas – por ende también las católicas – están llamadas “a llevar la aportación decisiva de la levadura, de la sal y de la luz del Evangelio de Jesucristo y de la Tradición viva de la Iglesia, que está siempre abierta a nuevos escenarios y a nuevas propuestas”.

De entre la riqueza de enseñanzas del Papa Francisco en este documento, quiero poner de relieve su planteamiento sobre “la viva necesidad de dar un nuevo impulso a la investigación científica” en la Universidad. En secuencia de lo propuesto por Pablo VI y San Juan Pablo II, Francisco ve la investigación como un deber fundamental en asiduo contacto con la realidad misma. Esto para comunicar la doctrina a los hombres y mujeres de hoy, inmersos en distintos campos culturales.

Desde la Universidad, la investigación elabora herramientas intelectuales para proponer como paradigmas de acción y de pensamiento. Útiles para el anuncio en un mundo marcado por el pluralismo ético-religioso.

De ahí que, según el Papa Francisco, las Universidades constituyan en todos los países “la sede principal de investigación científica para el progreso de conocimiento y de la sociedad, y desempeñan un papel determinante para el desarrollo económico, social y cultural, sobre todo en un tiempo, como el nuestro, caracterizado por rápidos, constantes y evidentes cambios en el campo de la ciencia y la tecnología”.

Vale la pena una lectura pausada de la Introducción. Y lo dicho: No es un triángulo. Para Francisco, una línea de investigación atraviesa toda la Universidad.

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