Por: Paola Jamill Meneses Eudoxie

Chef y Barista

Profesora de Innovación Gastronómica de la USMA

En lo político el café ha tenido sus momentos de fama. Napoleón era un fanático del café, pues él no podía comenzar su día sin una taza. Más tarde, muchas cafeterías fueron abiertas para reuniones y conspiración política y de todo tipo. Las había casi que en todas las esquinas.

De igual manera, en el mundo artístico el café era muy apetecido; personajes como Bach, Beethoven, Mozart, y Vivaldi, aseguraban que esta bebida los hacía concentrarse para seguir inspirados.

A partir de esos conocimientos, me surgen muchas preguntas. ¿El café conquista corazones y pasiones? ¿Es necesario? ¿Es cierto que sin él tal vez nuestro día no es glorioso o completo? Al pasar del tiempo, yo no vivo sin él, y he observado que con esta bebida compartimos, amamos, cerramos objetivos y negocios importantes. Nos acompaña en el arte, en la música y hasta en la política; es más, cuando quieres conversar con un amigo, un amor, un negocio, lo primero que dices es “tomemos un café”.

Dicen muchos que conquistaron la mata de café, pero creo que ella fue la que conquistó corazones y paladares. El grano, después de tostado, produce sus aromas. El suelo y la tierra influyen en sus componentes químicos y azúcares, que suelen verse influidos por la altura, agua, sol, viento, frío. Es como decir que el amor nace a través de adversidades.

El café es producto de una larga travesía. Crece entre el trópico de Cáncer y Capricornio, junto a la línea ecuatorial. Es llevado desde Etiopía, a Yemen a Constantinopla, y luego a muchos lugares, entre ellos al Nuevo Mundo, y a Panamá, entrando por Portobelo en los años 1770; otros hablan de 1772. Dicen las historias que comenzó por los holandeses; nuestra primera cosecha fue entre los años 1790 y nuestras
primeras exportaciones fueron a Estambul, en 1832.

Más tarde sube a tierras chiricanas entre volcanes, senderos, tierras altas y en aquellos cinco microclimas desarrollar sus propiedades tan ricas, por ser una tierra tan llena de minerales que producen sabores casi perfectos. Años después surgiría en estas mismas tierras el mejor café del mundo: el geisha.

El geisha se reconoce por sus sabores cítricos y aromas florales, de un color chocolate con vetas doradas, ha marcado tendencias globales en materia de apreciación del café, y coloca a Panamá en un lugar privilegiado, por ser el productor de este grano, de tanta historia, que aún no termina.

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión de esta Universidad.

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