razón para escribir

Domingo A. Lapadula S.

Docente e Investigador de la USMA

Recuerdo ese día en que me gradué en Florida State University. El orador de fondo, un teniente coronel del ejército norteamericano, en un breve discurso, dijo más o menos lo siguiente: “la vida le pondrá a todos ustedes retos y prioridades, tal vez para muchos, éste sea el único y último contacto con un centro de estudios superior. Pero si quieren hacer una diferencia, todos los días, donde se encuentren, lean el mejor periódico que puedan encontrar en su comunidad, lean todo, siempre se aprende y nunca estarán desactualizados con lo que ocurre en el mundo” Aclaro que para esos días la Internet estaba en estado incipiente y yo hice de ese consejo una religión.

Es bien sabido que cada docente tiene libertad de cátedra. Incluye esto la libertad de utilizar la metodología que crea conveniente para evaluar lo aprendido por los estudiantes. Yo, en particular, y tal vez por las materias que dicto, aunque tedioso a la hora de corregir, prefiero el examen escrito, en particular el de desarrollo.

Este tipo de examen le permite muchas cosas al estudiante, mostrar su capacidad de síntesis, manejo del tema, argumentación, organización de ideas, relacionar contenido, plasmar conocimiento adquirido a través del estudio, de lo leído, de lo investigado. En ocasiones aparte de definiciones, se le solicita al estudiante que explique importancias, hacer comparaciones, mencionar características, que sustente una opinión, que haga una crítica, en fin, una posibilidad para que el estudiante no solo vuelque lo estudiado o memorizado mecánicamente, sino todo ese conocimiento adicional que ha procurado con motivo de sus lecturas, las que van incrementando su formación académica y profesional.

Es entonces el examen de desarrollo una herramienta de medición para el docente y una oportunidad para el estudiante de denostar quién es, qué quiere lograr y qué tan profunda es esa huella con la que quiere ser recordado.

Pero también opino que, en ocasiones, los exámenes de desarrollo se parecen al acto de abrir una caja de pandora. Algunas de las respuestas, en cuanto a redacción, contexto y contenido son fuente de información adicional que ameritan prestarle mucha atención. Lo que se tiene escrito en papel, las respuestas del estudiante a las pregunta del examen, se convierten en puertas que dejan al descubierto complejas falencias y deficiencias.

En cuanto a caligrafía, ortografía, gramática, puntuación, habría mucho que decir y analizar. En cuanto a lo estudiado, la relación pregunta – respuesta, definiciones, interpretación de conceptos, coherencia, relación, desarrollo ordenado de ideas y fluidez de pensamiento, habría otro tanto.

Para mí, el examen de desarrollo descubre algunas verdades. La primera es que pone en evidencia cuándo el estudiante ha revisado y estudiado el material y cuándo no. La segunda y tal vez la más preocupante, plasma y deja al descubierto que lo escrito es consecuencia del pensar de un “estudiante universitario” El gran problema, es que este pensar es producto y resultado de un proceso educativo, o la falta de este, de una secuencia de aprendizaje, o la falta de esta, la cual dependiendo de la procedencia e interés del propio estudiante, nos obligan a preguntarnos: ¿A quiénes estamos formando?

Hay algunos exámenes de desarrollo que son totalmente ilegibles, en cuanto a contenido incomprensibles, una idea no guarda relación con la otra, no existe puntuación, comienzan y terminan haciendo del absurdo, de una ocurrencia, de la invención, una respuesta. Ni qué decir de las preguntas dejadas en blanco. Cuando leo estos exámenes me preocupa, pues soy un convencido de que detrás de cada de una de estas respuestas, o la falta de ellas, hay un mensaje.

Una universidad, cualquiera, no lo provee todo. El estudiante tiene que ser partícipe con lo que quiere lograr, tiene que poner interés en aportar tiempo, esfuerzo y conocimiento en aspectos que no solo son relevante con su carrera sino con temas que lo conviertan en un profesional capaz de interactuar con un mundo cada vez más competitivo. Los exámenes de desarrollo como un todo, van más allá de una simple respuesta. Exponen problemas sociales, de aprendizaje, de criterio y de formación, de pensamiento, de conocimiento integral y mucho más importante, de interés y compromiso. Está de más decir que así como pensamos, actuamos.

Al final del día, en ocasiones, y luego de leer muchos exámenes de desarrollo, tengo la tentación de preguntarles a mis estudiantes con cuánto les ha contribuido el celular que los acompaña 24/7 a su formación académica. A ser mejores estudiantes, profesionales, ciudadanos. Preguntarles: ¿Cuántos periódicos con temas relevantes a su carrera se han leído en un día, semana, mes, o en todo el año?

Ser admitido en una universidad es, de todo, lo más fácil. Demostrar quién eres, cuánto estás dispuesto a hacer, a aportar para dejar esa huella que te distinga por tus presentaciones, trabajos, exámenes de cualquier tipo, depende del estudiante. Lamentable es cuando nos percatamos, yo a través de mis exámenes de desarrollo, que en ocasiones la palabra “estudiantes universitarios” a algunos, les queda grande. Es importante hacer entender a nuestros estudiantes que el mundo profesional de hoy es exigente, solo reconoce a aquellos que a través de la cultura del pensamiento producen ideas, sientan precedentes y marcan una diferencia.

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