razón para escribir

Profesor

Domingo A. Lapadula S.

Soy un convencido de que no se puede aprender lo que no se ha enseñado y que en consecuencia no se puede enseñar lo que no se ha aprendido.  Todo pueblo está representado en su cultura, todo pueblo se identifica a través de su cultura, con sus componentes “buenos o malos”. Esto nos lleva a la pregunta obligada: ¿Qué es bueno y qué es malo? Es potestad de los miembros de una determinada sociedad, considerar qué es bueno y malo, qué es correcto o no, qué es aceptable o no. Es aquí pertinente aclarar dos conceptos que aunque difíciles de entender, presentan una realidad, el de Relativismo Moral y Relativismo Cultural.

El primero establece y deja claro que “todo orden moral es relativo y depende de culturas, sociedades o de comunidades particulares… no es posible determinar si algo es correcto o incorrecto, bueno o malo, de manera racional” La segunda es aún más determinante, establece que “no existen parámetros válidos para juzgar el orden moral de una cultura y que una persona no puede aspirar sino a entender las costumbres y los códigos morales de una sociedad dada”.

En cuanto a Panamá, nuestra cultura ha sido influenciada por muchos factores y como toda otra, es única. Para esto han contribuido algunas circunstancias entre las que podemos mencionar: Ser “puente del mundo y corazón del universo”. La permanencia de miles de trabajadores que decidieron hacer de nuestro país su lugar de residencia luego de terminados los trabajos de construcción del Canal de Panamá; entre estos, italianos, españoles, griegos, jamaicanos, africanos, orientales. La influencia española producto del descubrimiento y la conquista. La presencia en nuestro suelo, por muchos años, de personal civil y militar norteamericano como consecuencia de las bases militares. En fin, somos el resultado de un conglomerado de pueblos, lenguas, costumbres, tradiciones, invenciones y alucinaciones.

Así como es potestad de un pueblo o sociedad hacer suyo lo que considera conveniente e inconveniente, en el caso de Panamá, hemos hecho lo propio. En cuanto a ideas, lenguaje, comportamiento, entre otros, hemos hecho un “quita y pon” que si bien ha dado forma a nuestra cultura en un rompecabezas de lo más campechano, también hemos dejado vacíos, abismos, creando sombras y penumbras que comienzan a pasarnos la factura.

Como país de servicio, Panamá enfrenta una “realidad”: la relación cultura-servicio al cliente. ¿Cómo hacer frente a esta realidad para la cual no estamos preparados? ¿Cómo hacer nuestras palabras, conceptos y acciones que no han sido ni enseñados ni mucho menos aprendidos?

Jack Strickland, experto en Administración Total de Calidad (TQM) estableció un concepto interesante para hacer frente al olvido “intencional” que ha creado brechas entre las culturas, la calidad y el servicio al cliente. Lo llamó “Cambio Cultural” y en el cual establece lo siguiente: “Este cambio no llegará con facilidad. Requiere de un compromiso a largo plazo, de un masivo esfuerzo de reeducación y de ciertos sacrificios a corto plazo” Para que este concepto se haga realidad se necesita por sobre todo convicción y el conocimiento de lo que queremos lograr. Incluye una transformación social, innovación de pensamiento, una sociedad receptora y, sobre todo, una disposición para aceptar los cambios sin caer en la aculturización, aquella que implica hacer nuestros, rasgos culturales ajenos que van en detrimento de los rasgos culturales propios.

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