Participar en el Servicio Social Universitario (SSU) fue una experiencia transformadora que dejó una huella imborrable en mi vida.
Tuve el privilegio de ser tutor de dos niñas maravillosas: Keiry y Deivelin. Keiry, una pequeña de kínder, llena de curiosidad y alegría, y Deivelin, una estudiante de primaria con ganas de aprender, pero que a la vez tenía que darle una mano para tomar confianza.
Con Keiry, mis mañanas se me alegraban por la alegría que daba la pequeña. Enseñarle el abecedario y los colores, era volver a ese momento en el que yo fui un niño.
Ver su rostro iluminarse al reconocer una letra nueva o al nombrar un color correctamente era un recordatorio constante de lo importante que es la educación en el desarrollo de los niños.
Sus risas y preguntas interminables me enseñaron la importancia de la paciencia y la creatividad en la enseñanza.
Por otro lado, Deivelin y yo nos sumergíamos en el fascinante mundo de las matemáticas y el inglés. Resolver problemas juntos y practicar vocabulario con herramientas como Duolingo fue un desafío que nos unió.
Cada lección era una oportunidad para fortalecer su confianza y habilidades. Ver su progreso, desde la lucha inicial hasta la comprensión final, fue una recompensa invaluable.
Este SSU no solo me permitió enseñar, sino también aprender. Aprendí sobre la resiliencia, la alegría de aprender y la importancia de la dedicación.
Keiry y Deivelin me enseñaron tanto como yo a ellas, convirtiendo cada sesión en un intercambio enriquecedor.
Sin duda, esta experiencia será un pilar fundamental en mi desarrollo personal y profesional.
Por: Luis Antonio Márquez Cesar | Estudiante de Logística Internacional