sacerdote

Por: Profesor Domingo Lapadula Silvestri

El padre Jesús Héctor Gallego llega a Panamá proveniente de Colombia el 15 de julio de 1966 y trabaja como diácono en San Francisco de Veraguas. Ya para el año 1967 se establece de manera definitiva en nuestro país y oficia su primera misa el 20 de agosto de ese mismo año en la iglesia de San Francisco de la Montaña. En 1968 llega a la comunidad de Santa Fe en Veraguas luego de ser asignado como primer párroco de la iglesia de San Pedro Apóstol.

Desde el primer momento en el que el padre Gallego hace contacto con la comunidad, se percata de una cruda realidad: las condiciones de olvido, injusticia, marginalidad, desigualdad y sometimiento en que vivía la población. Para el padre Héctor estas eran condiciones que primeramente atentaban contra los ideales y principios cristianos establecidos como fundamento para la evangelización y promoción de la política social de la iglesia. Segundo, y tal vez más relevante, atentaban contra el respeto y el desarrollo integral de las personas.

Entre algunas realidades de la población: no había carretera en estado transitable, el acueducto sólo llegaba a algunas casas. La planta eléctrica diésel sólo trabajaba en las noches y era para algunas familias; no había escuela primaria por lo que el analfabetismo llegaba al 51% No había centros de salud, los que requerían atención médica urgente eran sacados a pie o a caballo a la carretera principal y trasladados al hospital de la ciudad de Santiago.  El nivel de desnutrición en la niñez llegaba al 50% Anterior a su llegada la presencia de un representante de la iglesia era muy esporádica o nula.  La actividad comercial de compra y venta de mercancías y productos era controlada por “familias blancas de apellido y por comerciantes foráneos” Comprobó que casi toda la tierra que trabajaban los campesinos, en condiciones que en ocasiones llegaban al abuso y esclavitud, tenían nombre y apellido. Estas eran las llamadas “tierras planas” a orillas del rio Santa María. Si bien los campesinos tenían tierras para ser trabajas por ellos por asunto de una “legislación agraria” no necesariamente eran los mejores tanto por accesibilidad como en capacidad de producción. Aparte de no estar legalizadas ni con planos ni con títulos.

Frente a estas realidades, el padre Gallego se decide trabajar para llevar su misión sacerdotal desde el punto de vista del Evangelio a todos los hombres y mujeres de Santa Fe. Se compromete a enseñar y a aplicar la palabra de Dios como único camino de salvación real. Y tal vez lo más importante, se compromete a crear consciencia entre los campesinos que el sometimiento al trabajo esclavo, la miseria y las privaciones en las que vivían no eran parte del plan de Dios.

Se percata de inmediato que esta era una tierra olvidada en donde el respeto al trabajo del hombre no existía. Vio entonces la oportunidad de implementar lo que la iglesia católica llamó en su momento el Plan Veraguas, en el cual se establecía un Catolicismo Progresista que en conjunto con la Teología de la Liberación promulgaba no solo por un crecimiento espiritual, sino económico y político. Romper con ese “ciclo vicioso de atraso” en el que estaban atrapados.

Apunta sin temor a la liberación y progreso del hombre marginado y explotado, los insta y organiza a desarrollar proyectos sociales y de emprendimiento que les permitiera hacer frente a la explotación de los terratenientes.  Para lograr esto, los incentiva a formar equipos de trabajo y así trabajar la tierra en su propio beneficio. Intenta que se respete el trabajo del campesino y que se le remunere de manera justa. Aboga igualmente por el pago justo de los productos que eran por ellos cosechados. Surge entonces la idea de formar una cooperativa que les permitiera comercializar directamente sus productos. Así es como en 1969 nace la “Cooperativa La Esperanza de los Campesinos”.

Esto por supuesto disgustó a los dueños de las tierras, quienes no sólo veían poner en peligro sus métodos y practicas injustas de enriquecimiento, sino que exponía y ponía en peligro la práctica de explotación del trabajo campesino. Comienza entonces no solo la persecución dentro de la comunidad contra el campesinado: intimidación, amenazas, se les niega la venta de productos básicos; sino también la presión política y de influencias familiares por parte de dueños de las tierras y de los comercios en contra del sacerdote. Se le acusa entonces de izquierdista, de guerrillero, de comunista, de estar armando al pueblo para un levantamiento desde las montañas.

En la noche del 9 de junio de 1971 el padre Héctor es sacado del rancho que compartía con Jacinto Peña, pues el rancho donde residía había sido quemado días antes en un intento de asesinarlo. Fue sacado por miembros de la entonces “Guardia Nacional” y el resto es historia. Fue asesinado y sus restos aún siguen sin ser identificados de manera positiva. Si bien por presión de la ciudadanía y de la iglesia católica, se realizó un juicio que fue catalogado por algunos como un “espectáculo o entretenimiento” en donde incluso, uno de los acusados nunca apareció. Como era de esperar los autores intelectuales, los ostentadores del poder político y económico de ese entonces nunca fueron llamados ni llevados a juicio.

En junio de 2017 Edilma Gallego, hermana del sacerdote, dio una entrevista al diario La Prensa en donde relató con lujo de detalles todas las vicisitudes para encontrar los restos de su hermano y expuso de manera clara y directa, con nombres y apellidos, los autores intelectuales y los motivos de su asesinato. Expuso de manera reveladora lo que para el país y la ciudadanía era y sigue siendo aún hoy día, un secreto a voces.

Héctor Gallego fue un hermano que compartió el amor del Padre con todo que aquel que lo conoció. Fue campesino que se identificó para erradicar las condiciones de opresión y miseria que regían el trabajo del campo. Fue mártir que ofreció su vida dejando un mensaje de esperanza: “sigan adelante”

Como sociedad tenemos una deuda, pues la historia del padre Héctor Gallego es la historia de la lucha del hombre por el respeto al derecho al trabajo y a su justa remuneración.  Es la historia de todos nosotros por ser libres.

“Si desaparezco no me busquen… Sigan adelante.”  Padre Héctor Gallego

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión de esta Universidad.

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