El estudiante Carlos Alberto Guerra Asprilla cuenta su experiencia durante el servicio social que realizó en el Hogar San Pedro Nolasco y cómo la vida de una señora muy especial tocó su corazón.

Por: Carlos Alberto Guerra Asprilla | Estudiante de 5to año de Arquitectura Estructural

Una de las señoras que se encuentra en el Hogar San Pedro Nolasco, perdió la visión, creería que por la edad, no obstante, sigue siendo una persona maravillosa y encantadora.

Con ella tuve la oportunidad de hablar en ocasiones e incluso llevarla al patio del hogar a bailar un poco, ya que pude notar al primer instante, que una de sus actividades favoritas era escuchar música y bailar.

Ella me contó que aprendió a bailar de más joven con sus amigas, al son de la música. Al sol de hoy, sigue siendo una excelente bailarina e inclusive considero que me daba lecciones, ya que no sé bailar.

Hablar con ella me traía recuerdos de una de mis tías que ya falleció, a la que le llamábamos “Geña”. Compartir con ella me hizo reflexionar cuán valioso es el tiempo en el que podemos compartir con nuestros seres queridos, cuán importante es valorar a nuestros abuelos y aquellas personas que han vivido más que nosotros y que nos pueden compartir de sus conocimientos y experiencias.

Una de las cosas que siempre recordaré es su risa sin igual. Al hablar con ella, siempre se reía y me hacía reír, me hacía recordar que todo momento es bueno para reírnos y sacarle una sonrisa a la vida. Que debemos divertirnos y disfrutar cada instante.

Recordaré sus palabras de motivación y de cariño, que me reafirmaron una vez más que estoy en este camino de la vida, para ayudar a otros y sacar a personas como ella una sonrisa en su rostro.

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