Por: Raquel Herndon | Estudiante de tercer año de la carrera de Psicología, quien realizó su servicio social en el Proyecto Semáforo de Bienestar Familiar con estudiantes graduandos y pregraduandos del Instituto Nacional.

Durante los últimos meses, he estado trabajando con un grupo de adolescentes de undécimo y duodécimo grado del Instituto Nacional en talleres de autoconocimiento y emociones, lo cual ha sido una experiencia profundamente enriquecedora y significativa.

Muchos de ellos estaban lidiando con las complejidades emocionales típicas de la adolescencia, pero también enfrentaban desafíos adicionales relacionados con la presión académica y las preocupaciones sobre su futuro.

Los talleres les proporcionaron un espacio seguro para explorar sus pensamientos y sentimientos, lo que les permitió comprenderse mejor a sí mismos y a los demás.

Uno de los aspectos más gratificantes de estos talleres fue ver cómo los adolescentes comenzaron a comunicarse de manera más abierta y honesta entre ellos. A medida que compartían sus experiencias y reflexiones, se formaron lazos de apoyo y comprensión mutua. Esto no solo mejoró su capacidad para manejar las emociones, sino que también creó un ambiente de aula más inclusivo y empático.

El proyecto de reciclaje también fue una parte esencial de nuestro servicio social. Enseñar a estos jóvenes cómo pueden reciclar en sus hogares y llevarlos a un centro de reciclaje fue una experiencia práctica y educativa. Observar cómo desarrollaron un mayor sentido de responsabilidad hacia el medio ambiente y la importancia de reducir su huella de carbono fue gratificante. No solo se convirtieron en defensores del reciclaje, sino que también aprendieron la importancia de asumir la responsabilidad de su entorno y su comunidad.

Sin embargo, quizás uno de los aspectos más desafiantes, pero igualmente cruciales de este servicio social fue ayudar a los adolescentes a comprender su situación económica actual. Muchos de ellos enfrentaban dificultades económicas en sus hogares y no siempre tenían una visión clara de su futuro. Trabajar con ellos para establecer metas realistas y diseñar un plan para mejorar sus circunstancias ha sido un proceso delicado pero esencial.

El papel del estudiante de Psicología en este contexto fue el de un facilitador y guía. Escuchar sus preocupaciones y aspiraciones, ayudarlos a identificar recursos y oportunidades, y brindar apoyo emocional fueron aspectos fundamentales de mi rol.

Esta experiencia de servicio social también me ha enseñado mucho a nivel personal y profesional. He aprendido la importancia de la empatía y la paciencia al trabajar con adolescentes en situaciones desafiantes. También he adquirido habilidades prácticas en la planificación y ejecución de proyectos comunitarios.

Como estudiante de Psicología, esta experiencia ha reforzado mi pasión por ayudar a otros, siendo en esta ocasión facilitando talleres, y me ha proporcionado valiosas lecciones que llevaré conmigo en mi futura carrera profesional.

Esta oportunidad de trabajar con estos jóvenes me ha recordado la importancia de la conexión humana y cómo el apoyo y la orientación pueden marcar una diferencia significativa en la vida de las personas jóvenes en busca de dirección y comprensión. Actualmente siento una profunda gratitud por la oportunidad de haber sido parte de esta experiencia que trasciende el ámbito académico y se convierte en un compromiso con la comunidad y el bienestar de las generaciones futuras.

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