Durante mi Servicio Social Universitario (SSU), una de mis grandes experiencias fue ganarme el corazón y respeto de cada niño.
Aunque no fue fácil culminar el SSU, tanto para ellos como para mí, formamos un vínculo de amistad y respeto que hizo la despedida aún más difícil.
Recuerdo a un niño que siempre se quejaba por todo. Un día, me faltó el respeto diciendo una palabra inapropiada, en lugar de reaccionar negativamente, hablé con él con paciencia y lo corregí.
Con el tiempo, observé un cambio notable en su comportamiento. Empezó a llamarme «maestra» y a darme abrazos. Esta experiencia me enseñó que de lo que damos, recibimos. Si sembramos amor, paciencia y respeto, eso cosecharemos.
Otro caso memorable fue el de un niño de 7 años, introvertido y reacio a recibir ayuda o explicaciones sobre las reglas de los juegos. Poco a poco, fui ganando su confianza hasta que aceptó mis palabras y mi ayuda. Ver su progreso y la confianza que desarrolló en mí, fue profundamente gratificante.
Estas experiencias me demostraron que la paciencia y el amor pueden superar barreras y que el respeto mutuo es fundamental en cualquier relación.
Mi SSU no solo me permitió impactar la vida de estos niños, sino que también me enseñó valiosas lecciones sobre la importancia de la empatía y la dedicación en el servicio a los demás.
Escrito por: Katherine Herrera|Estudiante de Comunicación Social