Debo reconocer que cuando se me planteó que realizar el Servicio Social Universitario es un requisito para finalizar la carrera y recibir el diploma de graduación, pasaron por mi mente muchas ideas; sobre todo, que lo consideraba algo difícil de realizar, ya que significaba organizar mi tiempo personal para cumplir con el mismo. Revisé cada opción con la intención de encontrar alguna que se adaptara a mis circunstancias (de trabajo, estudios y otras actividades de mi formación pastoral).
Soy médico de profesión y procuraba una actividad afín a la medicina para hacer más fácil el cumplir con las exigencias de la USMA. El tiempo transcurrió; llegué al final de mis estudios sin éxito en mi búsqueda. Entonces surgió, por fortuna mía, la propuesta de participar en el programa del “Semáforo del Bienestar Familiar” desarrollado por la USMA. Todavía trataba de hacerme la vida más fácil buscando conciliar mi profesión con las actividades del proyecto.
Sucedió que iniciamos las formaciones para ser instructores a las familias que participarían en el programa. Llegó el momento de presentar la propuesta correspondiente al SSU y mi forma de pensar cambió. Con el desarrollo de los talleres me fui percatando de que hubiese sido un error haber compaginado mi profesión con el proyecto. ¿Por qué? El SSU es más que un requisito para graduarse. Es una experiencia tan enriquecedora que cuando terminas quedas nostálgico y deseoso de continuar. Y más enriquecedor es ver cómo las competencias genéricas que propone nuestra universidad contribuyen a tu crecimiento personal.
El Servicio Social Universitario es para vivirlo y disfrutarlo. No te arrepentirás y nunca te olvidarás de él.
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