Redes Sociales

Tenemos años utilizando herramientas digitales para transmitir mensajes; tantos que ya se han vuelto parte de nuestro día a día. WhatsApp, correo electrónico, redes sociales, son aplicaciones que utilizamos sin pensar en su poder en cuanto a alcance social y posibilidad de intervenir en su entorno. Ese poder genera consecuencias en diferentes campos. Tales consecuencias llegan a ser nocivas cuando media un mal manejo de las herramientas.

Por naturaleza, existe la ilusión de que todas las personas somos iguales, y que percibimos y procesamos información de la misma manera. Sin embargo, esto no es del todo cierto. Cada persona puede interpretar una línea de pensamiento a su manera; una frase específica, por ejemplo, suele producir experiencias muy diferentes en distintos receptores. Es ahí donde surgen los denominados “malos entendidos”, esas interacciones poco productivas y confusas que luego requieren mayores explicaciones.

Cuando hablamos de comunicación digital, la posibilidad de esos “malos entendidos” se incrementa, ante la multiplicidad de factores que entran en juego. Un receptor no cuenta con las certezas que da el hecho de poder “ver” a su interlocutor; en un medio virtual debe inferir elementos referenciales que le brindaría esa posibilidad. El tono de voz del emisor, por ejemplo, que en una conversación presencial se encarga de transmitirnos una gran carga del mensaje, acá está ausente y debe suplantarlo, lo que representa una importante posibilidad de equívocos. Los gestos y los ademanes a los que recurrimos durante la comunicación, son otros factores que deben ser reemplazados por la interpretación personal de quien recibe, siendo esta otra fuente de riesgos.

¿Estamos condenados entonces al equívoco en la comunicación digital?

No necesariamente; el conocimiento, la capacitación, el entrenamiento en estos entornos ayuda a disminuir y hasta a erradicar esos riesgos. Ahora bien, la responsabilidad ante una comunicación efectiva en el ambiente personal, laboral o social depende tanto del emisor como del receptor, por lo que ambos deben tener presente:

El emisor

  • Atraer y mantener la atención de los otros
  • Emitir mensajes completos, claros y coherentes
  • Responder preguntas con conocimiento y seguridad
  • Asegurarse de que el mensaje sea efectivo y que no deje dudas en la audiencia

El receptor:

  • Estar atento al mensaje
  • Asegurarse de que el emisor constituya una fuente idónea, confiable
  • Hacer preguntas, de ser necesario, no albergar dudas
  • No divulgar o retransmitir “su versión” del mensaje

La responsabilidad final recae siempre en las manos de los altos administrativos de los departamentos de comunicación, quienes deben asegurarse de conformar equipos para las diversas audiencias o temas, capaces siempre de generar comunicaciones claras y efectivas que aseguren la correcta divulgación de contenidos informativos. Para esto, las decisiones siempre deben ir acordes con las siguientes líneas:

  • Utilizar canales de comunicación oficiales de la organización siempre que se trate de alguna comunicación profesional.
  • Leer y releer todo lo que se va a transmitir, con el fin de prevenir fallas comunicacionales de cualquier tipo (fondo o forma)
  • Asegurarse de que más de una persona vea los mensajes antes de su emisión
  • Distinguirse por el profesionalismo en la comunicación, ajena a coloquialismos, generalizaciones o localismos
  • Priorizar la puntualidad en las comunicaciones y la inmediatez de las respuestas

La comunicación interna y externa es parte vital de cualquier organización moderna; tomemos las medidas necesarias para hacerla asertiva y eficiente.

Por: Michelle Flores – Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social – Egresada

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión de esta Universidad.

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