Mucho se ha escrito sobre el éxito personal, que debes creer en ti mismo; que haz de ser consciente de tus limitaciones; que tienes que tratar bien a los demás; que es importante rodearte de personas positivas; que debes ser agradecido; entre otros muchos hábitos y costumbres que nos ayudarán a ver la vida desde una perspectiva nueva. De nada sirve el dinero o el éxito profesional si no se experimenta la felicidad de estar vivo cada día.
Alcanzar la meta de lograr la felicidad es posible a través de una carrera, llamada vida, que se realiza de forma permanente, con periodicidad variable, algunas veces cotidiana y otras con periodos más largos. Cada momento (día, semana, mes o años) puede ser la carrera en la que estemos compitiendo. Pero hablar de competencia implica entender que hay adversarios. ¿Contra quién competimos? En esta vida tenemos la ventaja de poder elegir al adversario. Alguno decidirá competir contra un colega, otro definirá al competidor, como todo lo que le rodea y otros, los menos, escogerán luchar contra sí mismos.
Combatir contra uno mismo es la batalla más difícil y, junto a ello, vencerse es la victoria más importante. Al intelecto le corresponde regir la conducta humana, y esto constituye una pelea diaria contra todo lo que en nuestra vida debe mejorar, o contra lo que nos aleja de los objetivos que nos hemos marcado. En definitiva el éxito, la felicidad plena.
Comparemos con un fenómeno natural asombroso: ¡El ascenso del salmón en los ríos!, el cual se repite cada año al llegar la época del desove. Cautiva la obstinación y la persistencia de estos peces por llegar a los prístinos frezaderos en las partes superiores del río, los salmones pagan un precio elevado por llegar hasta las cabeceras del río. Los entendidos nos cuentan que, por un lado, sus ya mermadas reservas energéticas sufren un desgaste considerable durante el remonte, lo cual se agrava conforme el desnivel superado sea mayor y mayores sean los obstáculos naturales o artificiales que los peces han de salvar; por otro, el limitado caudal del agua en zonas altas del río les hace mucho más vulnerables a sus posibles depredadores.
Al acceder hasta los elevados frezaderos del río los salmones sacrifican su propio “bienestar” al de su futura descendencia.
Las cabeceras del río con sus aguas impolutas, ricas en oxígeno y libres de sólidos en suspensión constituyen el hábitat ideal para la puesta, el alevinaje y el desarrollo de los juveniles. Sabemos que después se quedarán a residir en el lugar de nacimiento y su desplazamiento será casi siempre en el sentido de la corriente.
Creer en uno mismo es la clave del éxito en la vida, en cualquiera de los ámbitos. Cuando uno confía en sí mismo, lo inalcanzable se convierte en retos que uno tiene al alcance de la mano y, dando los pasos adecuados, se puede llegar a saborear momentos de éxito.
Los invito a reflexionar sobre algunas virtudes necesarias para el éxito personal, que baso en el análisis que suele plantear Alfonso Aguiló en sus escritos.
Serenidad y equilibrio:
Las personas serenas saben mantener la lucha desde varios frentes sin azorarse, son capaces de tener dos cosas a la vez en la cabeza. No se vienen abajo cuando sufren un contratiempo.
Paciencia:
Hay que aprender a esperar, a dar tiempo al tiempo. Como siempre, suelen ser precisamente los más impacientes y que más exigen a los demás quienes luego transigen más consigo mismos y con más facilidad justifican todo lo que hacen, incluso aquello que verían mal si lo hicieran otros.
Elegancia ante el fracaso o el triunfo:
No ser de esos que se les suben a la cabeza los primeros éxitos y se hunden luego al mínimo contratiempo. Si se viene abajo lo que estamos haciendo, hemos de ser capaces de volver a empezar sin nerviosismos o conservar la calma cuando todo va mal, y los demás pierden los papeles. Nobleza, lealtad, señorío ante el agravio. Ser leal, mantener la palabra dada. Control de la imaginación. A lo mejor empezamos a leer una página y tenemos que volverla a leerla, porque no nos enteramos de lo que dice por falta de atención. Quizá, ante algo con lo que soñamos, mostramos inquietud rayana en la ansiedad. O somos distraídos y fantasiosos, con tendencia al desánimo. Todas esas señales pueden ser consecuencia de la falta de suficiente control personal de la propia imaginación. Una difícil batalla contra esa potencia humana que a veces se convierte en un enemigo íntimo que hace daño.
Rechazo de la envidia:
A cuántos les viene la tristeza por las rendijas de la envidia. No les sucedería si cortaran de raíz cualquier asomo de desazón o de celos por esta causa. Borrar el resentimiento. Hemos de aprender a perdonar y a olvidar, que son llaves de entrada a esa preciada paz interior que se tiene cuando se es realmente feliz.
Orden:
Otro punto importante es el orden en la cabeza, ser dueños del propio tiempo y de la agenda, tener un claro orden de prioridades en lo que hemos de hacer, no empezar siempre por lo que más apetece o lo que reviste urgencia momentánea sin pararse a pensar si eso es lo más importante. El mundo está lleno de hombres perezosos que no paran de trabajar y de moverse… Con un poco de orden se puede sacar tiempo para todo: el padre de familia para los suyos; el profesor, para mejorar su preparación; el trabajador empedernido, para su descanso y diversión; y todos, para su trato con Dios y para cultivar el espíritu. Es evidente que no se puede llegar a hacer en la vida todo lo que uno quisiera porque no hay tiempo. El problema es por dónde se recorta, y esa decisión no la debe tomar el capricho.
Evitar la pereza activa:
la común tentación de hacer lo urgente antes que lo importante, lo fácil antes que lo difícil, lo que se termina pronto antes que lo que requiere un esfuerzo continuo.
Estamos llamados a ser una comunidad de salmones, a ser exitosos, a ser realmente felices. Como los salmones: ¡Sin prisa, pero sin pausa! La vida es compleja, no se puede negar que tendremos momentos de exaltación y de abatimiento, inclusive con muy poca diferencia de tiempo. El éxito se disipa en un desengaño si no se ha alcanzado como un ideal de servicio. Sólo encontramos sentido a una vida que esté volcada en los demás. Sólo se mantiene la ilusión si se apunta hacia ideales altos. Los grandes logros han de saber asumirse y mantenerse. Muchas veces, cuesta más mantener que crear. Demostramos inteligencia cuando sabemos aprender de los fracasos y no nos envanecemos tontamente con los triunfos. Por eso se ha dicho que un hombre inteligente se recupera enseguida de un fracaso, pero un hombre mediocre jamás se recupera de un triunfo. Parafraseando a Calamaro, el cantautor que apodamos el Salmón: Arreglemos lo que hicimos mal, lo que escondimos hasta de nosotros mismos, contemos lo que solo nosotros sabemos y sigamos solo una dirección, ¡la difícil! La que usa el Salmón.
Prof. Miguel Ángel Barrera – Docente de la Facultad de Arquitectura – USMA
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