Mucho antes de que nos atacara el Coronavirus, a mi casa la atacó el comején. Una casa de 30 años, con techo de tejas, es el lugar de hospedaje perfecto para esta plaga. Mis planes de hacer algo al respecto se desvanecieron con la pandemia.
Transcurridas ya algunas semanas de la cuarentena, también fue necesaria una nueva estufa. El almacén al que acudí no hacía entregas a domicilio, por lo que debí contactar un servicio de acarreo. Así conocí a Fabio, joven cortés y con mucho entusiasmo me ofreció llevar la estufa a mi casa y ayudarme con la instalación.
Hasta allí habría terminado la relación laboral con Fabio, pero al llegar a casa, descubrimos que había que hacer un acto de magia para que la estufa pudiera entrar por las puertas que llevan a la cocina. Esto lo solucionó Fabio con ingenio y positivismo. También procedió a ensamblar la estufa y a realizar las conexiones. Mientras esto ocurría, se dio cuenta de que mi cocina ya necesitaba un remozamiento, y me informó que él hacía esa clase de trabajos. También se percató de que mi techo y cielo raso estaban en situación deplorable, y procedió a demostrarme su experiencia mediante fotografías. En menos de 15 minutos ya contaba yo con una cotizaciones y, dos semanas más tarde, aquí estoy disfrutando de mi terraza renovada, pues Fabio tiene una máquina de soldar con la que puede arreglar verjas y la herrería oxidadas.
La historia de Fabio ejemplifica lo que los expertos señalan como la cualidad más importante en el mundo laboral pospandemia: ese mundo requiere generalistas; personas equipadas con una caja de herramientas que les permita afrontar los nuevos retos. Un generalista requiere un gran cambio de mentalidad, desarrollar mente y una visión más amplia y una cultura o filosofía de aprendizaje continuo… de por vida. El quedarnos en casa nos ha enseñado que la educación a distancia nos ofrece oportunidades a nuestra medida, para enrolarnos en algún curso que nos dé mejores herramientas.
Hemos avanzado en telecomunicaciones y aplicaciones digitales en unas cuantas semanas, lo que en el mundo de antes tomaba años. Hemos tenido que ser innovadores y creativos y, sobre todo, resilientes, fuertes pero ágiles y flexibles. Hemos tenido que adaptarnos a situaciones que jamás pudimos anticipar. A estos rasgos hay que añadir destrezas, conocimientos y habilidades que nos permitan entrar y sobresalir en un mundo que valora la tecnología, las competencias digitales, gestión de la data, robótica, automatización, inteligencia artificial, y codificación, así como la habilidad de pensar sistémicamente es fundamental.
Además, es fundamental desarrollar el pensamiento crítico y analítico, enfoque mental, toma de decisiones y gestión de la atención, competencias blandas que se desarrollan a través del interés personal. En un futuro cercano, los robots determinarán los puntos, pero son las personas las que unen los puntos, establecen las interconexiones e impactos.
Aplaudamos a los que, como Fabio, se quedaron sin trabajo, pero han logrado reinventarse y adaptarse al mundo que lo rodea, haciendo uso de su caja de herramientas y aplicando todas las competencias técnicas y blandas que han sabido desarrollar. Estas son las personas que los empresarios necesitan y están buscando.
Prof. Orlando Allard – Decano y docente de la Facultad de Ingeniería y Tecnología – USMA