Mi experiencia en el Centro Juvenil y Bibliotecas Las Mañanitas fue muy agradable. Al principio sentía algo de temor, pues desconocía el entorno donde estaría. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo me adaptaba poco a poco.

Luego de visitar por primera vez la organización antes de realizar mi propuesta y hablar con la coordinadora me di cuenta de la hermosa labor que se realiza en este centro, así como también percatarme que la zona es bastante segura.

Mi primera semana fue desafiante. Es increíble la magnitud de niños que asisten a este centro. No obstante disfruté mucho el compartir con ellos, a medida que pasaban los días. Observaba que la mayoría de estos asistían frecuentemente, solo era la primera semana y le tome cariño a todos los niños con los que trataba, fue tan natural porque todos se dejaban querer.

También conversaba más con el personal. Era muy agradable llegar cada mañana y saber que iba hacer algo que me estaba empezando a gustar mucho. Si bien es cierto, mi labor dentro del centro era atender a los niños y ayudarle con suss deberes, compartir con ellos en sus actividades, en el área de juego y realizar un manual de descripción de puestos.

 Durante mi tiempo en el centro se presentó una actividad fuera de lo común que solo se realiza una vez por año, en donde Defiance College de Ohio, un colegio de Estados Unidos, viene con un grupo de chicos voluntarios a impartir talleres de acuerdo a la carrera que estos chicos están estudiando, todos estos talleres son en inglés y colaboré con las traducciones de varios talleres,  así como también en la participación directa con los niños que escogían para que estuvieran en esta actividad, impactando día a día un grupo grande de niños y niñas.

En la primera semana, los jóvenes en intercambio internacional fueron tres veces al centro en un horario completo y cuando llovía y los niños no podían asistir, la función no paraba y caminábamos a los colegios de la zona para impartir los talleres. Cuando regresaba al centro continuaba con la labor de ayudar a los chicos con las tareas o jugar con ellos. Sin embargo, la segunda semana fue más desafiante, pues tres días de esta semana colaboré con los mismos chicos de Ohio pero me tuve que trasladar a un colegio en Curundú, puesto que una de las coordinadoras del centro me había pedido la colaboración junto con otra chica que realizaba servicio social conmigo, y acepté.

 Esta experiencia fue todo un reto.

A pesar de seguir trabajando con niños, cada taller, cada salón era diferente y las reacciones, la interacción era increíble. Los otros dos días de la semana me dedique a trabajar con el personal. Realizamos el manual de descripción de puestos, pude conocer un poco más sobre sus funciones. Conocí a cada uno de manera personal, claro sin dejar de participar también en las actividades del centro y juegos con los niños en alguna hora que pudiera.

Desde el principio iba decidida y dispuesta a realizar un buen servicio social y dejar algo de mí en el centro. Lo que jamás imagine fue como esta oportunidad impactaría en mi de manera positiva. Pude observar y sentir muchas cosas con el pasar de los días, desde la dedicación de las personas que trabajan en el centro.

La calidad humana de las personas que venían de USA a impartir sus talleres. Ver las dificultades de la comunidad, de los niños que asistían y sobre todo las ganas de estudiar de muchos jóvenes. A pesar de su situación no se rinden, aprender a valorar lo que tenemos y ser agradecidos con la vida. Hoy puedo decir que resultó increíble, que me gustó desde el primer día que inicié.

Llegaba a mi casa agotada. Pero me levantaba al día siguiente con más ganas de ir. Ganas de llegar temprano y que el día empezara. Sin duda disfruté cada día de mi servicio social.

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