Realizar mi servicio social en Veracruz fue una experiencia que marcó un antes y un después en mi vida. Desde que llegué, entendí que no solo iba a brindar apoyo, sino también a aprender de una comunidad llena de cariño, sencillez y resiliencia.

Lo que más me sorprendió fue cómo los niños valoraban cada pequeño gesto: una clase, una sonrisa, una palabra de aliento. Su forma de ver la vida me enseñó a apreciar aún más lo que tengo y a dejar de dar por sentado muchas cosas.

Uno de los mayores retos fue adaptarme al ritmo y las necesidades de cada niño. Algunos captaban rápido, otros necesitaban más tiempo y explicaciones.

Tuve que desarrollar estrategias distintas y ser muy paciente para asegurarme de que todos pudieran avanzar. También fue un reto mantenerlos enfocados, ya que fácilmente se distraían, pero con juegos, dinámicas y creatividad, logré captar su atención.

Esta experiencia no solo fortaleció habilidades como la organización y la comunicación, sino que también me permitió crecer emocionalmente.

Aprendí a tener más empatía, a escuchar, y a servir con el corazón. El servicio social en Veracruz fue, sin duda, una vivencia que me ayudó a entender el verdadero valor de ayudar a los demás.

Escrito por: Litza Nicole Andaluz Sinisterra | Estudiante de la Licenciatura en Logística Internacional

 

 

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