Oriana La Schiazza
@healthmatterspty
Psicóloga especialista en Emergencias
Es común escuchar que alguien que conocemos «entró en crisis». Es un término que usamos a diestra y siniestra en nuestro día a día, sin tomar en cuenta realmente lo que significa. Si se nos descarga la batería del celular, «estoy en crisis». Sin embargo, la crisis es algo mucho más profundo y que supone un proceso importante para el individuo que la atraviesa. Puede ser doloroso, retador y confuso.
Según Slaikeu (1996), la crisis es una perturbación o ruptura de una situación estable de manera repentina e inesperada, provocando estrés y afectando el funcionamiento del sujeto. Se gesta en una serie de etapas, por lo que suponen un inicio y una terminación. Señalamos varias características:
1. Hay distintos tipos.
Las crisis pueden darse en cualquier momento de nuestra vida y por diversas razones. Sin embargo, se han descrito crisis que atañen al desarrollo, tal como plantea E. Erikson, y crisis circunstanciales, las que ocurren independientemente de la etapa vital del individuo y cuyo desencadenante es un hecho específico circunstancial (divorcio, muerte de un ser querido, pérdida de trabajo, entre otros). Estas crisis individuales suponen un proceso y desencadenan una gran cantidad de reacciones. Sin embargo, estas también pueden ser colectivas, en donde el hecho no solo afecta a un individuo sino a un grupo entero (por ejemplo: una crisis familiar o una emergencia, desastre natural o terrorismo en una comunidad).
2. Es una oportunidad.
Según el enfoque de la Teoría de la Crisis de Caplan (1961), la crisis deviene en una oportunidad para el sujeto y puede ser percibida como una amenaza, una pérdida o un reto de crecimiento. Cómo se perciba depende de variables intrínsecas (personalidad, estrategias de afrontamiento, historia vital) y extrínsecas (contexto, red de apoyo, entre otras).
3. No todo cambio genera crisis, pero todas las crisis suponen cambios.
Con lo anterior, señalamos la importancia de comprender que la crisis suscita una serie de cambios en nuestra vida, los cuales serán manejados en función de las herramientas con las que contamos. Requiere replantearse varios elementos de la vida, hacer ajustes y adaptarse, integrando así lo ocurrido en nuestra narrativa.
4. El suceso desencadenante puede ser común o puede ser único.
Hay ciertos desencadenantes o disparadores que generan una crisis en la mayoría de las personas (ej: divorcios, despidos, pérdidas físicas, desastres naturales). Sin embargo, un hecho específico en una persona puede que no desencadene una crisis en otra.
5. Hay mucho que hacer.
Cuando ocurre una crisis en nuestra vida, hay muchas cosas que podemos hacer para manejarla. Entre ellas, incluimos 3: regular, priorizar y actuar. En otras palabras: calmarnos (tomarnos un tiempo para sentir y no actuar con el primer impulso), organizar nuestras prioridades, ver por dónde empezamos, y poner un plan en marcha.
Los profesionales de la salud mental, acompañan en éstos procesos lo que abre el espacio para organizar, aprender,
expresar y reinventarse.
Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión de esta Universidad.
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