“El que no vive para servir, no sirve para vivir” – María Teresa de Calcuta. En esta frase citada se resume mi sentir con la experiencia que tuve realizando mi labor social con TECHO PANAMÁ.
Por temas de tiempo y concentrada en lograr mi objetivo que era conseguir mi título de licenciatura veía el servicio social como un simple requisito y muchas veces cuestionaba el por qué se debían completar 100 horas o porque es una actividad obligatoria. Pero al encontrarme cara cara con la realidad y situación precaria en la que viven muchos panameños mis dudas y cuestionamientos se esclarecieron.
Si bien es cierto, sabemos que vivimos en un país lleno de desigualdad y falta de oportunidades, donde muchos hermanos panameños para poder asentarse y tener un hogar deben meterse en áreas rurales, donde poco a poco llegan más personas en la misma situación y forma una pequeña población.
Por el ritmo de la vida tan acelerado que llevamos y por tratar de sobrevivir en la clase media que está desapareciendo en nuestras narices, no estamos realmente consciente que hay personas con necesidad y que donando nuestro tiempo como voluntarios y realizando estas jornadas con organizaciones como TECHO hacemos mucho por otras personas.
Al final, me conecté tanto con la experiencia de servicio social que, aunque estaba predispuesta no me arrepiento de haberla vivido, porque sé que el resultado de esta fue que en un periodo de un solo fin de semana pudimos mejorar la calidad de vida de estas familias. Aprendí que mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas podemos cambiar el mundo.
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