Realizar mi servicio social en el Centro Juvenil y Biblioteca Las Mañanitas fue una experiencia que combinó momentos muy bonitos con situaciones difíciles.
Bonito, porque compartir con los niños me permitió dar lo mejor de mí, ver sus sonrisas y sentir que cada hora invertida tenía sentido.
Difícil, porque también tuve que enfrentar la dura realidad de las carencias que muchos de ellos viven y las deficiencias que afectan su proceso de aprendizaje.
Uno de los choques más grandes fue comprender cómo las constantes huelgas de profesores y la falta de continuidad en el sistema escolar impactan directamente en el desarrollo de los niños.
Muchos de ellos muestran atrasos reales en lectura, escritura y comprensión, lo que limita su confianza y desempeño académico.
Esto me hizo valorar aún más el papel que tenemos como universitarios cuando decidimos aportar tiempo y conocimiento: se trata de ofrecerles herramientas que pueden marcar una diferencia real en su vida.
En lo personal, este servicio social me enseñó el verdadero valor de la educación y la empatía. Aprendí que escuchar, tener paciencia y enseñar con creatividad es contribuir al futuro del país, porque los niños son ese futuro.
Siento que, fui capaz de dejar una pequeña huella en ellos, y ellos dejaron una huella muy grande en mí.
Por: Luz Andrea Aizpurúa | Estudiante de Arquitectura