9 de enero

– SEGUNDA ENTREGA –

Carlos M. Fitzgerald Bernal
Penonomé, 9 de enero de 2020

Precisamente debido al tiempo transcurrido y la dinámica de la memoria, frágil y selectiva, que es tan importante identificar y reconocer los llamados “lugares de la memoria”, un concepto del historiador francés Pierre Nora que procura rescatar los paisajes de la memoria. Para los penonomeños, la tumba del mártir Eliezer González Meneses es uno de ellos. Lastimosamente debo decir que he observado en los últimos años cómo se ha ido borrando la memoria del 9 de enero en Panamá. Primero se construyó una estructura conmemorativa que altera el entorno original del asta de la bandera de la Escuela Secundaria de Balboa (hoy Centro de Capacitación Ascanio Arosemena y Biblioteca Roberto F. Chiari de la ACP), crea un recinto de columnas con una llama eterna, irónicamente al mejor estilo castrense norteamericano (como los monumentos en honor a los soldados desconocidos que se erigen en los cementerios militares) y sin relación simbólica alguna con el evento histórico o con el espacio original en que tuvieron lugar, que permanecía inalterado. Esto ocurrió en el 40 aniversario de la gesta, pero diez años después se decidió restaurar la Bandera del Instituto Nacional que fue vejada el 9 de enero de 1964 y cuyas rasgaduras fueron uno de los detonantes de la indignación nacional que desembocó en el rompimiento de las relaciones diplomáticas entre Panamá y los EEUU. Esta intervención restituyó la bandera al estado previo al 9 de enero, literalmente borrando el testimonio de la historia. Finalmente, en 2019 el Museo de la Ciudad de Panamá inauguró una exhibición llamada la Ruta de la Soberanía, donde se musealiza parcialmente el paisaje urbano correspondiente a los sucesos del 9 de enero. En uno de los paneles de la exhibición, que también cuenta con audioguías, se le pide al visitante que se ponga en el lugar de los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa y se pondere lo que hicieron desde su perspectiva. Esto nos parece un revisionismo histórico disfrazado de neutralidad, pero absolutamente injustificado, por tratarse de una exhibición sufragada con fondos del Estado a través de la Comisión de los 500 años (de la ciudad de Panamá) y por lo delicado del tema. Como señalan Salamanca y Jaramillo, un antropólogo y un sociólogo que editan la obra Políticas, espacios y prácticas de memoria: Disputas y tránsitos actuales en Colombia y América Latina, “…como síntoma de la complejidad y de la plasticidad del campo de la memoria, emergen también los relatos justificatorios movilizados por los perpetradores de violencias, sus cómplices y sus aliados. Estos recurren también a la memoria para insertar en la agenda de discusiones ideas como el heroísmo, la necesidad del deber mayor, la responsabilidad de la amenaza al orden, con el fin de reivindicar un lugar de legitimidad en la pluralidad, lograr la exculpación y la justificación…” (2019:24).

Identidad:
La memoria y la historia no son accidentes ni ficciones: son componentes de la identidad. Frente a los retos que confronta nuestro país, es indispensable recordar los valores que el sacrificio que Ezequiel González Meneses representa.

El día 13 de enero de 1964, el intelectual coclesano Baltazar Isaza Calderón publicó en el diario Panamá América el artículo titulado “Desagravio a la Bandera Panameña”. Paso a citar el mensaje que palpita en la distancia de 56 años:

¡Bandera panameña! Esas vidas inmoladas con tanta crueldad han bajado a la tumba para confundirse con la tierra que les vio nacer, fertilizándola con su sangre generosa. De ella brotarán nuevas vidas, henchidas de anhelos y fervores, que caerán también, si el destino adverso continúa manteniendo sobre nuestra pequeñez la dura consigna de morir por ser débiles.

Más, de igual manera que las rosas abren al sol naciente el esplendor de sus corolas y perfuman el ambiente con sus más puras esencias, sin temer la furia de los hados siniestros, habrá siempre nueva simiente juvenil crecida con lozanía sobre la fertilidad de nuestro suelo, y hoy, más que nunca, y mañana, con mayor razón aún, sentiremos todos los hijos de esta tierra el orgullo de llamarnos PANAMEÑOS y el de ser cobijados por una bandera que lleva como símbolos gloriosos el azul de los mares y el límpido cielo del Istmo, y el rojo enaltecido con la sangre de los mártires que cayeron para honrar a la Patria.

El patriotismo, nacionalismo e idealismo del que nos habla el Comité de Defensa de Soberanía Nacional, capítulo de Penonomé, y el orgullo del que habla Baltasar Isaza Calderón en su “Desagravio a la Bandera Panameña” se ven cada vez más ajenos y exóticos. Lastimosamente otras cosas nos ocupan y el sentido del 9 de enero se diluye más y más.

Amigos y amigas aquí presentes, hoy quisiera exhortar a las nuevas generaciones, cuyos retos son globales y cuyas armas son tecnológicas a que aportemos al fortalecimiento de la identidad y a la construcción de la historia con el mismo valor con que los mártires de hace 56 años enfrentaron la muerte con la certeza que la patria sólo se construye con sacrificios. Rescatemos ese legado y asumamos nuestra responsabilidad histórica.

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Por DCI

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